¿QUIÉN DIJO QUE EL SOÑAR CONCLUYE AL DESPERTAR?

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Durante millones de años, el hecho de soñar y creer en los sueños ha sido mitificado por unos, censurado por otros, creído por algunos, e incluso tomado como premoniciones o advertencias por otros tantos… 

En mi caso particularmente, soy una mujer que sueña bastante, me atrevería a decir que todas las noches sueño; y muchas veces tengo más de un sueño por noche, por fortuna (para mí), el 95% de las veces recuerdo mis sueños y la precisión de sus detalles, de tal forma que no me es para nada complicado narrarlos y sentir de nuevo las mismas emociones o sensaciones que experimenté mientras soñaba.

Aprendí que a los sueños se les presta atención y que no son un juego, cuando empecé a tener acercamientos espirituales con ancestros y uno que otro abuelo de la comunidad Muisca. Fue hace más o menos 10 años, cuando por cosas de la vida y por caminos del destino conocí a un Abuelo Muisca con quien tuve la oportunidad de compartir algunas profundas charlas desde el plano terrenal, que con el tiempo se fueron elevando al plano sentimental e incluso emocional, dejando así una huella y recordándome cómo es que podía encontrar calma en medio de mi propio caos existencialista, y sí, en esa calma también tenían algo que ver los sueños.

Yo, una universitaria promedio, fervientemente creyente, y berracamente católica, adentrándome en las vivencias de una cultura que más que antigua y a la vez ambigua, es vista desde muchas percepciones como el origen de nuestra sociedad colombiana. Enfrentándome a pensamientos diferentes a los que me habían acompañado desde el inicio de mi vida, a creencias que en un principio me parecieron absurdas, (debo reconocerlo), y a comportamientos o practicas extrañas que más que interesantes me alcanzaron a parecer un poco impresionantes…

Eso pasa cuando uno tiene tan adentro muchos prejuicios hacia lo desconocido y algunos tabúes con respecto a lo que “no es normal”. Y no porque en verdad no sea normal, sino porque para uno, que nunca lo ha vivido; es algo… diferente, y es ahí cuando caemos en el error de confundir “diferente” con “no es normal”. ¡Qué tontos somos!

El cuento es, y para ir directo al grano, que gracias a las sólidas bases católicas que tengo en mi vida por mis padres y mis abuelos, más los análisis que he hecho de mis propios sueños y las cosas que me han pasado después de estos, añadiendo lo aprendido y vivido con la comunidad Muisca, y sumado a lo poco o mucho que he leído e incluso profundizado en el tema de los sueños, entendí que éstos son la representación de cuatro factores esenciales en la vida:

1. Las cicatrices del subconsciente. Esas marcas que quedaron en ti, pero no sabes que tienes, porque; o fueron muy fuertes y preferiste olvidarlas, o fueron algo superficiales según tu consciente, pero bastante significativas para tu subconsciente, lo cual hace que automáticamente tu consciente las bloquee de tus recuerdos inmediatos, sin embargo, no significa que hayan desaparecido. La mente usa el momento del sueño en el que tu consiente es “indefenso”, para hacer apariciones espontáneas, y recordarte en principio, que aún tienes algo inconcluso con dicha situación con a que acabas de soñar.

2. Los deseos del corazón. Contrario a las cicatrices del subconsciente, los deseos del corazón sí te quedaron muy bien tatuados en la vida, y dejaron una huella bastante significativa en tu corazón; reflejada claramente en las emociones que sentiste y que aún puedes experimentar al recordar dichos episodios. Estos deseos pueden estar reflejando satisfacciones o decepciones emocionales que has tenido o no, en tu vida y que quieres, o bien repetir, o quieres experimentar por vez primera.

3. Los anhelos de la mente. Aquí es donde la vaina se empieza a poner racional y le empezamos a meter lógica al asunto. Los anhelos de la mente son esos deseos altísimos que tenemos de alcanzar una meta, lograr un objetivo, o empezar y/o finalizar un proyecto. Y que definitivamente nos están afectando la mente más de lo usual, y no precisamente quitándonos el sueño.

4. La tranquilidad del alma. Aunque por estos días “alma” está punteando más de una lista de palabras frecuentemente usadas, es casi que necesario aceptar y reconocer que la búsqueda de la tranquilidad del alma, se volvió una parte esencial en nuestras vidas y algo que debemos empezar a entender para posteriormente aplicar. Porque es incluso en los mismo sueños donde se representa la materialización de los deseos del corazón y los anhelos de la mente mencionados anteriormente, pero es aquí, en esta etapa del sueño, donde les damos forma y los aterrizamos a nuestra realidad cotidiana, utilizando todos los elementos anteriores que tanto el consciente como el subconsciente nos dejaron por medio de los sueños.

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Por lo tanto, considero que son estos cuatro factores, los puntos de partida que se pueden observar detenidamente cuando de entender sueños se trata. Porque creo firmemente que los sueños no son producto del azar, ni casualidades, y que tampoco son episodios que genera la mente porque sí o porque no, ni mucho menos que son bobadas de la gente, a las cuales no se les debe prestar atención. Antes bien, concibo que los sueños son una de las expresiones más puras e innatas que encontraron la mente, el corazón y el alma para alzar la mano, y en silencio dejarnos saber que por más ocupados que estemos en nuestro día a día, no podemos perder esa esencia, esa chispa que todos tenemos bien adentro, la cual es la responsable de hacernos únicos, auténticos y excepcionalmente genuinos.

***Encuentra la versión en Inglés en mi siguiente publicación.***


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